jueves, 16 de octubre de 2008

Lentitud agitada


La lentitud, de Milan Kundera, no se corresponde con su título. Es un libro agitado; por sus páginas desfilan una colección de personajes que buscan desempeñar un papel. Llegan sin saludar y se van sin despedirse.

Kundera entrelaza las historias y los ambientes de varios grupos de personajes: los de una novela del siglo XVIII, los de un grupo de intelectuales de un café de París, los del congreso de especialistas en insectos.

La acción se desarrolla en una noche en un castillo donde se hace un congreso de entomólogos, y que ya había sido escenario de una novela del siglo XVIII. El protagonista, Kundera, encontrará a Vincent, protagonista de una fallida noche de amor. Kundera, en parte ve y en parte imagina los acontecimientos contemporáneos y pasados. Este modo literario hace cómplice al lector y le aporta a la historia una perspectiva más.


Se podría decir que hay tres grandes temas:


1) El tema filosófico del título. Y que expresa en una relación matemática:


“El grado de lentitud es directamente proporcional a la intensidad de la memoria; el grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido”.


La memoria que opera sobre los buenos recuerdos transcurre en forma pausada, por algo del deseo de recuperar ciertas sensaciones que han impregnado nuestro cuerpo; a diferencia de los momentos que dan cuenta del dolor, de los cuales intentamos huir sin tiempo siquiera para mirar atrás. De esta relación directamente proporcional que se establece entre la lentitud y la memoria, entre la velocidad y el olvido está impregnado todo el libro. Kundera hace un elogio a la lentitud, en ella ve el bienestar:


“Quiero contemplar todavía a mi caballero que se dirige lentamente hacia la calesa. Quiero saborear el ritmo de sus pasos: cuanto más avanza más lentos son. Creo reconocer en esta lentitud una señal de felicidad”.


2) También habla del mundillo de intelectuales y cómo se relacionan sus integrantes. Los personajes se enfrentan, en un momento u otro de la novela, a la presentación ante los demás. Vincent vive sólo en el reflejo del temido juicio ajeno, y finalmente es un perdedor. Pontenvin, historiador doctorado en letras, dedica la mayor parte de su inteligencia a deslumbrar a sus amigos en el café, especialmente a Vincent, su amigo y discípulo, es un seductor innanto. Y el intelectual Berck, prototipo de los que Pontenvin categoriza como “bailarines” (políticos mediático), tiene un gran delirio de grandeza, responde al carácter de histrión. Berck almuerza con enfermos de SIDA, se hace fotografiar al lado de una niña negra moribunda con la cara cubierta de moscas, “el público al que quiere seducir no es el de algunas mujeres concretas y visibles, ¡sino la gran multitud de los invisibles!”.


3) El tercer aspecto es el político. Y conociendo la historia del autor, que nació en 1929 en Brno, actual República Checa, no se lo puede dejar de lado. El escritor dejó Praga en 1975 después de que sus libros fueran prohibidos por el régimen comunista. Encontró un lugar en Francia, donde conoció el éxito.

En el libro, un investigador checo va al Congreso de Entomólogos que se realiza en el castillo. Ha llegado con todos los honores pero en realidad no se trata ya de un científico practicante: pasó veinte años obligado a trabajar como albañil por haber incurrido en alguna infracción contra el régimen comunista. Kundera tuvo que limpiar ventanas cuando cayó en desgracia con el régimen de Praga, su “científico checo” es, por lo tanto, una criatura ambivalente; su aparición no constituye ya una protesta; está pintado con sarcasmo y con afecto; es un niño un poco perdido en el congreso. Pero también es el personaje cómico del libro: es una criatura divertida con su dejo de patetismo.


En 1995 Kundera tomó una decisión capital en la vida de un escritor. Abandonó el checo por el francés. Esta nouvelle fue escrita en ese idioma. Son pocos los escritores que se han logrado destacar escribiendo en una lengua que no sea la materna. Pero sin dudas Milan Kundera es una.

En octubre de 2007 los checos le otorgaron el Premio Nacional de Literatura, una muestra de que querían reconciliarse con su escritor famoso y apreciado en el extranjero.

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