lunes, 13 de octubre de 2008

El insomnio vs. soñar con los angelitos

Por Florencia Bonavento

Todo el día con sueño, esperando la hora de dormir y, cuando llega la noche, otra vez el insomnio. Mal humor, somnolencia, alteraciones en la memoria y falta de concentración son sólo algunas de las consecuencias de los trastornos en el sueño. Pero esto no es todo, dormir mal puede traer, luego de un tiempo, problemas cardiológicos y diabetes. Además, el sueño es señalado como la causa del 35 por ciento de los accidentes del tránsito, según el Instituto de Seguridad y Educación Vial.
Este problema es mayor en las grandes ciudades. Por ejemplo, el 70 por ciento de los habitantes de Capital Federal y Gran Buenos Aires padece trastornos del sueño según el último estudio de la Sociedad Latinoamericana del Sueño.
El estrés, la obesidad y el sedentarismo son los peores enemigos del sueño, además de los estimulantes como el café, el té, el mate, el tabaco y el alcohol. En muchos casos, quienes no pueden dormir bien por la noche recurren a estos estimulantes que no hacen más que bloquear el cansancio y contribuir al círculo vicioso que provocará una nueva noche de insomnio.
Los tiempos de crisis suelen acentuar el problema. Según un estudio realizado por especialistas del Club del Sueño a 600 mujeres y 400 hombres, el 32 por ciento de los encuestados reconoció que su sueño empeoró después de la crisis de diciembre de 2001.
Para combatir este problema, los especialistas dan como primera recomendación un cambio de hábitos rotundo que incluya bajar los niveles de tensión que generan estrés, seguir una dieta balanceada y realizar actividad física.
Se aconseja dormir entre siete y ocho horas diarias y, si bien el número varía de persona a persona, el mínimo se sitúa entre las cinco o seis horas. Sacando cuentas, una persona que viva 90 años pasará cerca de 30 durmiendo. Sí, ¡un tercio de la vida soñando!. Parece mucho, pero es lo necesario si se pretende estar activo los otros 60.

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