jueves, 11 de septiembre de 2008

Una opinión: por la legalización

La legitimidad del control voluntario de los embarazos a través del aborto despierta controversias de toda índole. Pero, por encima de consideraciones éticas y religiosas, es un problema vinculado con la salud de la población.

La despenalización, dentro de los límites razonables que impone la gestación, beneficiaría sólo a las personas que pueden acceder a clínicas y hospitales privados. Entonces, también es necesaria la legalización, para que el Estado garantice la prestación gratuita a todas las mujeres. Es importante aclarar que, desde el punto de vista científico, antes de las 12 semanas no se establecen las conexiones nerviosas que caracterizan al ser humano, por tanto el feto no experimenta dolor ni ninguna otra percepción sensorial.

La mayor oposición a la despenalización proviene de la Iglesia Católica. El último caso público sobre esto fue cuando, indignado por la defensa que el ex ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, hizo del aborto, el obispo castrense Antonio Baseotto acusó al funcionario por hacer “apología del delito de homicidio” y en referencia a la repartición de profilácticos agregó que “los que escandalizan a los pequeños merecen que le cuelguen una piedra de molino en el cuello y lo tiren al mar”. Esta declaración muestra lo hipócrita que es su defensa a favor de la vida y recuerda lo sucedido durante la última dictadura militar con la bendición de clérigos y obispos. La prohibición del aborto no disminuye la práctica, para evitarlo se tendría que facilitar el acceso a los anticonceptivos, pero la Iglesia, al no estar a favor de la educación sexual, termina siendo la primera promotora. Además, no se puede permitir que una religión quiera imponer a todos los ciudadanos una creencia particular en un Estado que dice ser soberano y laico.

Los abortos en condiciones sanitarias inadecuadas son una de las mayores causas de mortalidad femenina. Prohibirlo atenta contra los principios de justicia social porque las mujeres que mueren son las de menores recursos. La legalización puede prevenirlo.

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