jueves, 18 de septiembre de 2008

Bolivia, la historia sin fín


Por Romina Lascano
Cuando el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) intentó en 1952 recortar los recursos de los sectores ricos para superar las dificultades económicas de Bolivia, este país se convirtió en el escenario de la segunda revolución de América Latina, después de la mexicana. El MNR llegó al poder de la mano del ex presidente Víctor Paz Estenssoro y un año después, la rebelión indígena y la toma de tierras lo obligó a impulsar la ley de reforma agraria que se convirtió en el primer paso para la inclusión de la población indígena en la esfera económica, social y política. Medio siglo después, el presidente Evo Morales intentó reducir los ingresos de los departamentos orientales en pos de mejorar la calidad de los jubilados y el resultado fue otro diametralmente opuesto.




Medio siglo de historia pueden explicar por qué una medida similar puede desencadenar diferentes situaciones. El derrocamiento de Juan José Torres y la llegada de Hugo Banzer al poder, en la década del `70, fue el puntapié del olvido y del mal uso de las instituciones estratégicas de la reforma agraria que permitió el incremento de la venta ilícita de las tierras. Los departamentos orientales fueron los principales beneficarios de estos hechos. En el escenario neoliberal que proponían las dos décadas siguientes, la reforma agraria fue la única medida beneficiosa para la mayoría que se sostuvo, aunque de forma precaria.

En el 2005, Evo Morales, entonces líder del movimiento cocalero y del MAS, obtuvo la presidencia. La llegada al poder de un ciudadano indígena fue un golpe que sonó fuerte en departamentos orientales como Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija. Las medidas reformistas motivaron a los poderosos a realizar un referéndum para consultar sobre la autonomía departamental. El resultado fue contundente: el 57,6% lo rechazó. Pero los departamentos orientales no fueron los únicos que vieron su proyecto trunco. También padecieron esto quienes votaron a Morales para que generara un profundo cambio. El mandatario boliviano nunca pudo materializar la constitución que prometió, aquella que proyectaba grandes cambios en materia de reforma agraria y de posesión de los hidrocarburos.

Quienes buscan la aplicación de la agenda de octubre y aquellos que desean continuar teniendo el poder económico y político llevaron a este conflicto a una nueva etapa. La inestabilidad social y política hizo que Morales se abriera más al diálogo y cediera en sus decisiones. Cada vez más lejos de la nueva constitución, Evo logró un acuerdo que sólo permite que su legitimidad se termine de diluir.

1 comentario:

Toro dijo...

Todo muy lindo y concreto, pero ojo con la última parrafada. Si bien Evo está dialogando y -quizás-cediendo, creo que debiera verse como un muñequeo pragmático de la política misma. De un tipo hábil que sabe leer la coyuntura y no quiere ser carne de cañón para los siempre dispuestos medios opositores y elitistas de desinformación.

Si se cerrara en sus búsquedas, aún teniendo razón, estaría obligado a una confrontación armada y -como incluso Fidel le ha dicho- tras la sangre derramada, en Latinoamérica se imponen cambios profundos, pero pacíficos.

Creo que no se debe pensar como un acto claudicatorio en el cual estuviera sentando las bases para el retroceso de sus luchas.

Abrazo
Toro