viernes, 21 de noviembre de 2008

Chau AFJP


Por Romina Lascano

Después de idas y vueltas, finalmente el senado aprobó la ley que eliminó las AFJP, es decir, el sistema de capitalización. De esta forma, a partir del mes de enero aquellos trabajadores que el año pasado habían elegido este régimen jubilatorio, pasarán al Sistema Público de Reparto que ahora se redefine bajo el nombre de Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA).

Las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP) se convirtieron en un icono de la gestión menemista que, como otras decisiones, buscaba reducir el papel social del estado y también su injerencia en la esfera economía. Como otras medidas de este estilo, en el año 1993 fue sancionada y bien recibida.

En el 2007, durante el gobierno del ex presidente Néstor Kirchner, el sistema jubilatorio privado sufrió el primer golpe: se le daba la posibilidad a los trabajadores de pasarse al Sistema Público de Reparto. Pero en octubre este tema volvió y con más fuerza. Esta vez, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner anunció que enviaría un proyecto al Congreso para modificar el sistema jubilatorio y que los aportes dirigidos a las arcas privadas pasaran al Anses, eliminando las AFJP.

Rápidamente se enfrentaron, en discursos y marchas, quienes defendían este sistema y que, por el contrario, buscaban si fin. En medio de esta situación, llegó a la Argentina la noticia de que en Estados Unidos los demócratas proponían una idea similar.

El proyecto ya es ley, resta saber si cumplirá con lo planteado o se convertirá en un instrumento de imagen más que de gestión.




sábado, 15 de noviembre de 2008

¿Qué reclaman los docentes?

Si los argentinos debiéramos elegir algún sector a privilegiar, ese debería ser el de la educación. Sin ella no podemos aspirar a tener un futuro mejor. Pero la historia ha demostrado que el interés de los políticos está en alguna otra parte.
En los últimos meses, se desató el conflicto entre los docentes y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El motivo: un histórico y merecido aumento salarial. La más clara prueba de esta afirmación es que un maestro cobra $ 695 de sueldo básico, y para alcanzar la suma de $ 1200, lo logra a través de una "garantía" no remunerativa, que habitualmente llaman sueldo inicial.
El actual Jefe de Gobierno, Mauricio Macri, ha demostrado una postura intransigente y, por el momento, no se vislumbra una solución. El pasado 23 de octubre la Legislatura le otorgó la facultad para reasignar el presupuesto y así brindar un aumento salarial a los maestros. Sin embargo, Macri respondió: "La única verdad es que no tenemos plata, no hay superpoderes mágicos". El latiguillo "no hay plata" genera dudas y daría la sensación de una actitud de odio para quienes ejercen la docencia. Entre sus dichos, tuvo el descaro de tildar de vagos a los responsables de la educación de nuestros hijos, pero no sólo eso, el mayor agravio fue el que recibieron el 20 de octubre, cuando, con un teatral rostro de víctima, no dudó en decir: "Por un nuevo aumento le ROBAN un día más de clases a los chicos con este nuevo paro, no tienen perdón de Dios". En un país democrático donde la huelga es la única forma legítima de protesta.
No era de esperar otra cosa de alguien que piensa que el Estado es una empresa y busca desgastar el sistema educativo para privatizar la educación. Lo llamativo es la conducta del resto de la sociedad, con la participación sin duda de los medios de comunicación.
El imaginario colectivo, que los medios crearon y que está fuertemente marcado por las ideas generadas a partir de la flexibilización laboral surgida en la década del '90, sugiere que un maestro trabaja sólo cuatro horas diarias, tiene tres meses de vacaciones y gran cantidad de permisos para tomarse licencias. Claro, en este supuesto, es difícil entender de qué se quejan. Y la única conclusión que de este ignoto análisis se desprende es: no quieren trabajar.
Pero hay varios puntos a analizar sobre estas cuestiones. En primer lugar, el docente cuenta con un título que le permite ejercer. Se trata de una carrera terciaria de cuatro años de cursada. En segundo lugar, su trabajo no sólo consta de las horas que está frente a sus alumnos. Para dar clase debe estudiar la mejor forma de que un determinado curso pueda construir el conocimiento de contenidos (todas las aulas no están formadas por chicos iguales, cada niño se diferencia del otro en sus tiempos y necesidades), también tiene que planificar y preparar material didáctico (que compra con su sueldo), y corregir los trabajos y exámenes. En tercer lugar, no tienen tres meses de vacaciones. Las clases para los chicos terminan a principios de diciembre pero para los docentes no. Ellos utilizan ese mes para preparar los compensatorios y evaluar. El regreso se da en febrero para hacer el PEI y el PCI (planificaciones acerca de qué se va a trabajar en el año y cómo), acomodar las aulas y reunirse para informarse acerca del rendimiento de los alumnos en años anteriores.
Y un punto que no se debería olvidar: los maestros tendrían que disponer de tiempo y dinero para leer, ir al cine, al teatro, sino tendremos docentes sin cultura, sin imaginación y sin ideas.
¿Quién va a ser el próximo suicida que se meta en semejante profesión? Hay que estudiar, planificar, abrir cabezas, cargar con la enorme responsabilidad de la formación de 40 alumnos (porque las aulas están superpobladas), continuar formándose y capacitándose permanentemente y, para mal mayor, aguantar que lo traten de vago. Claramente, esta suma de elementos favorece para que los jóvemes no se interesen por esta carrera y elijan aquellas que les resultan más redituables.
El sentido común dice que sin educación no hay futuro, tal vez haya que pensar que no todos vamos en la misma dirección.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Aborto: El debate llegó a Uruguay


El debate en torno al aborto sigue latente. Esta vez, en Uruguay. El presidente Tabaré Vázquez vetó la Ley de Salud Sexual y Reproductiva que, promovía la despenalización del aborto y había sido aprobada por el Congreso.

La polémica en la que se encuentra inmersa la sociedad uruguaya, se repite periódicamente en la región. Las sociedades se dividen al debatir entorno a la posibilidad de despenalizar el aborto. Los políticos, no quieren tomar decisiones que afecten su imagen y carrera.

Religión y creencia se enfrenta a muertes e ilegalidad. El fundamento de aquellos que defienden esta medida radica en que interrumpir un embarazo en los primeros meses no debe ser ilegal porque el feto todavía no está formado, además destacan que los abortos se realizan igualmente en la clandestinidad lo que genera mayores probabilidades de muerte para la mujer. Los que la rechazan, aseguran que un hijo no es una "cosa" e intentan demostrar que el aborto legal también es inseguro para la vida de la mujer.

Es claro que en los últimos años, en toda la región, la fracción que busca la despenalización del aborto ha ido aumentando. La realidad es que todavía en ninguno de estos países se ha podido reglamentar esa nueva medida.







viernes, 7 de noviembre de 2008

Lo que el 4 nos dejó.....

Por Romina Lascano

El sillón de Washington ya tiene ocupante: el demócrata Barack Obama. El entonces senador por el estado de Illinois venció a su contrincante republicano el pasado 4 de noviembre. En medio de la desesperación del pueblo norteamericano por la crisis social, económica y política que tiene como protagonista a esta potencia, Obama emitió su primer discurso.






A pesar de la complejidad de la situación, los medios pusieron el foco en determinados temas "de color". Entre ellas, la posibilidad de que un papa de color asuma el máximo cargo en la Iglesia Católica, las declaraciones del primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi y, sobretodo, cuál será la mascota que adopte la nueva familia presidencial. Pero han aparecido temas aún peores relacionados en esta elección.

Aunque la pulseada haya terminado, y ahora surjan nuevos temas, siempre quedarán en el recuerdo colectivo las cosas más bizarras creadas en medio de la pelea por el poder.












Decadencia y fin


Por Rosario Pinedo

Alcohólico, adicto al Valium y padecía de ataques epilépticos. El carácter acomplejado de Truman Capote lo llevaba a un narcisismo exagerado. Tenía tres mansiones y su vida se desarrollaba de fiesta en fiesta, rodeado de famosos, pero cada vez más dominado por la amargura y el cinismo.

La humildad no era una de sus virtudes: “Yo tenía que alcanzar el éxito lo antes posible. Las personas como yo saben siempre lo que quieren. La mayoría de la gente gasta la mitad de su vida sin llegar a saberlo. Hubiera tenido éxito en cualquier cosa, pero siempre supe y quise ser escritor, y hacerme rico y famoso”. Y lo fue. Ganó millones de dólares y una increíble popularidad. Pero también tuvo la debilidad para flagelarse a sí mismo.

Luego de escribir A sangre fría, Capote entró en decadencia. Es que con esa novela descubrió otras verdades de la naturaleza humana. Además, había entablado amistad con Perry Smith (uno de los asesinos sobre los que escribió la novela) y sentía cierta similitud con él: ambos venían de un pasado familiar borrascoso y confiaban en el arte para sobresalir. Tal vez vio en Perry lo que él mismo hubiera podido ser si no hubiera tenido éxito.

Fue entonces que decidió escribir sobre lo que mejor conocía: el ambiente sofisticado de las clases altas. La novela sería un análisis del pequeño universo de la sociedad acaudalada y llevaría el título de Plegarias atendidas. Pero no pudo concluirla. Publicó sólo cuatro capítulos de ese libro en la revista Esquire que provocaron la ira de ciertos círculos que lo acusaron de traicionar la confianza.

Luego publicó Música para camaleones, pero no logró recuperarse. Sufrió una gran crisis personal y creativa que lo paralizó en su escritura, tanto que no logró terminar nunca más un libro. Su depresión lo llevó a un proceso de autodestrucción, dependiendo cada vez más de los psicofármacos que, combinados con el alcohol, deterioraron su salud hasta morir por sobredosis en 1984.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Cine dentro del cine


El tema de la película Mentiras que matan es conocido: salvar al presidente de Estados Unidos. Pero tiene una vuelta interesante al incluir a un productor de cine en la farsa.

Cuando el primer mandatario se envuelve en un escándalo sexual con una menor de edad, a menos de dos semanas de las elecciones, el problema no consiste en saber si es cierto o no, sino en realizar un operativo de distracción sobre cualquier otra cosa más importante: una guerra. El habilidoso funcionario de la Casa Blanca, Conrad Bream (Robert de Niro) crea una guerra ficticia entre Estados Unidos y Albania con ayuda del director de Hollywood Stanley Motss (Dustin Hoffman), para conmover a la platea y conseguir que la opinión pública deje atrás ese desliz erótico. La guerra se monta con base en imágenes que se repartirán en los noticieros de horario central.

Es una historia verosímil, de hecho suceden cosas así en la vida real. En 1997, el ex presidente norteamericano Bill Clinton se vio mezclado en el publicitado affaire con Monica Lewinsky y buscó la manera de recuperar su imagen pública antes de la campaña de reelección.

El director Barry Levinson logra sostener la tensión en una típica comedia hollywodense de ritmo acelerado. Tal vez otro cine plantearía con mayor profundidad cuestiones como el rol de los medios de comunicación en la formación de opinión y los manejos de los gobiernos para tener una sociedad dominada desde la frivolidad y el temor. El film muestra el poder de la prensa oficial pero no cuestiona. Aún así está inundada de verdades y los dos reconocidos actores se llevan los mayores aplausos.


Título Original: Wag the dog

Dirección: Barry Levinson

Elenco: Robert De Niro, Dustin Hoffman, Anne Heche, Kirsten Dunst, Woody Harrelson

Origen: EEUU

Año: 1997

Productores: Robert De Niro, Barry Levinson y Jane Rosenthal

Guión: Hilary Henkin y David Mamet

Duración: 96 minutos

domingo, 2 de noviembre de 2008

No pisar las líneas: ¿Algo más que un juego de niños?

Por Florencia Bonavento

¿Quién no jugó de chico a no pisar las líneas en la calle? Pero… ¿qué pasa cuando, de grandes, nos encontramos caminando mirando al piso y evitando pisar las juntas de baldosas?. No parece nada grave pero, en algunos casos extremos suele ser uno de los síntomas del trastorno obsesivo compulsivo, que es un desorden asociado a la ansiedad. Hasta hace algunos años se lo consideraba como una enfermedad psiquiátrica rara que no respondía al tratamiento, pero actualmente es reconocido como un problema común que afecta al 2 por ciento de la población.
Otras de las manías que suelen tomarse como síntomas de este trastorno son: fijarse en las matrículas de los autos, contar filas de asientos, volver una y otra vez a comprobar si la puerta está bien cerrada o la luz apagada, y tantas otras obsesiones que se convierten en rituales para algunas personas. Tener alguna de estas conductas es completamente normal, el problema surge cuando se vuelven obsesiones y no permiten a la persona seguir con su curso de vida. Así que, a no preocuparse. Jugar a no pisar las líneas en la calle está más cerca de ser un juego de niños que un trastorno obsesivo compulsivo.